quinta-feira, 5 de dezembro de 2013

Habitación 119



El momento en el que la vida es como este paisaje oscuro del valle natal: allá al fondo, bajo el perfil de los montes, ese fulgor pequeño de luces encendidas, cada una un haz de vidas, seguramente contemporáneas de los días que allí viviste. No es improbable que pudieras saludar una por una a esas luces llamándolas por su nombre. En la fotografía no se ve, apenas se percibe que allá abajo, por la vega del río que fue negro, en la habitación 119 del Hospital Valle del Nalón hay una llama débil y pequeña, un destello de vida que a ti y a quien más quieres aún inunda de un confortable calor. 

Tuviste amor, felicidad, días de tirar cohetes al cielo de la alegría y otros en los que el cartucho estallaba en las manos, malas y buenas compañías –como todos en el camino, el arrimo y la fidelidad de ciertas almas irracionales, animales de compañía, el arropo y la complicidad de unos pocos o muchos que te apreciaron, la luz interminable del verano y el soplo dulce del viento cálido del otoño, el olor de las castañas en el fuego…Los libros queridos, los viajes, las ciudades (Roma, Madrid, París), los lugares de casa: La Choza, Fariseo, Sama, una granja de ocas en el Perigord y el amor por la lengua francesa, Xixón desde una ventana entreabierta del Ateneo…

No se extingue la llama y los ojos no se cierran para siempre. Es el fuego que descansa. La luz que se retira entre las sombras para dormir, seguir soñando en la mirada de los que vieron por tus ojos, los que siguen viendo por ellos.

En una habitación de hospital, el frío de diciembre y de la noche que merodea al otro lado de la ventana. Aquí tu mano, el primer idioma que aprendí de ti: el del calor confortador; el idioma en el que ahora no duele tanto despedirse porque sigue abrigándome. “Abrígate, fíu”, “Abrígate fía”, “Abrigáivos bien”, recuerdo tu obsesivo celo en los días más fríos del año. Duerme tranquila, descansa. Basta coger tu mano aún caliente para sentirnos bien abrigados. Seguirá abrigándonos, confortándonos cuando para el resto del mundo esté fría tu mano.


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