terça-feira, 30 de outubro de 2012

un partido mejor

En la peluquería canina me habían dicho que volviese en una hora a por Yola. La tarde, tenuemente soleada, después de tantos días lloviendo, invitaba a quedarse paseando por el parque de Los Pericones o sentarse en algún banco hasta que llegase el momento de recoger a la perrina. Opté por esto último y me puse a hojear los fascículos de una vieja enciclopedia de cine que andaban por casa de mi mad
re. Salían semanalmente hace unos treinta años y yo corría cada lunes a la librería Bélter de Sama a por cada nueva entrega con esa inocente emoción por las novedades que sólo se siente cuando uno es demasiado joven.
Hojeaba un fascículo que tenía en la portada un retrato de Clark Gable y de pronto una vocecilla ronca y profunda me hizo alzar la cabeza.
- Te importa que me siente...
Era una señora bastante mayor, caminaba apoyada en dos bastones y llevaba el pelo teñido de violeta.
- Siéntese, cómo no.
Estuvo un rato largo allí a mi lado sin decir nada y cuando estaba ya a punto de marcharme, lanzó un suspiro muy teatral.
- ¡Clark Gable! ¡Qué hombre! Cuando era una chiquilla estaba perdidamente enamorada de él.
Sonreí, dejando que se explayase.
- Si hubiese aparecido en persona para decirme que me fuese con él al último lugar del mundo lo habría seguido como una tonta...
- Seguro que acabó usted encontrando un partido mejor -dije, por darle un poco de coba-.
- No se crea -respondió ella con cierto desparpajo.
- ¿Entonces?
Ella sonrío con un guiño de complicidad:
- Estaba enamorada de Clark Gable y, para que vea lo que son las cosas, al final me casé con Spencer Tracy.

Sem comentários:

Enviar um comentário