sexta-feira, 26 de outubro de 2012

entre líneas


Es un lugar común que en los puestos de bouquinistas del Sena poca cosa interesante se puede encontrar en materia de libros. Acaso alguna estampita del París existencialista, una postal que nos llama la atención.
 

Lo cierto es que aquella mañana yo habia vislumbrado entre infumables panfletos políticos de los setenta y best sellers americanos, un librín que llevaba el sugerente título de "L'Abcedaire de Colette". Aparté sin mucha delicadeza los panfletos y lo tomé en mis manos. 

Al abrirlo se me fueron los ojos detrás de las numerosas fotografías de la escritora: de niña, de odalisca, vestida de gato, en su vejez rodeada de almohadones y flores... Corría de ilustración en ilustración fascinado por las camaleónicas transformaciones de la larga vida de Colette y sólo unos instantes depués me di cuenta de que se trataba de una edición defectuosa. El texto aparecía desenfocado e ilegible, como si se le hubiese corrido la tinta. En mi imposible francés le hice notar al bouquinista el defecto del ejemplar.

- No se lo niego -me contestó en un perfecto español de Latinoamérica-. Aunque tal vez pueda interesarle por lo que contiene entre líneas.

Admiré su sentido del humor y a pesar de que me pareció un chiste fácil, le ofrecí un par de euros por las ilustraciones del pequeño volúmen.

- Se lleva usted una joyita -añadió el vendedor-. Mire por qué se lo digo...

Y quitándome el librito de las manos lo abrió al azar y me lo mostró inclinando las páginas hacia la luz del sol. Acerqué la vista: no había hecho un chiste fácil, entre aquellas líneas borrosas e ilegibles, alguién con una letra pulcra y clara había ido trazando lo que parecían glosas o reflexiones a propósito de la obra de Colette.

Se lo enseñé a Mercedes y me devolvió una mirada llena de asombro.

- ¡Un libro cifrado! -dijo ella-. Parece una historia de Wilkie Collins...

Le di de buena gana los dos euros al librero y nos fuimos a una terraza del boulevard de Saint Michell a intentar descifrar aquellas frases caligrafiadas minucionsamente entre líneas.

Nos sentamos junto enfrente de la fuente que da nombre al boulevar. Mercedes contempló al jinete dando muerte a un dragón con su lanza y observó:

- Es igual que el de la iglesia de Valga...-siguió, con esa costumbre que tiene de pensar en voz alta-. Claro ¡es que el patrón de Valga es San Miguel!

- Seguramente tuvo el mismo pensamiento tu paisana Carolina Otero, La Bella Otero, la primera vez que vio esta fuente...-añadí.

Luego nos sumergimos en nuestro hallazgo. Lo abrimos, como el bouquinista, al azar. La entrada que abría la página llevaba el epígrafe de "Bêtes" y comenzaba recordando una cita de Colette: "M'émerverveillerai-je jamais des bêtes?".

La mano paciente del anónimo glosador escribió bajo la frase: "Los animales son dulces y cálidos como la leche materna, como el beso urgente de dos amantes".

Volvimos a probar el azar. El librito se abrió por la M de "Mémoire". Otra cita de Colette: "J'empoigne de ma mémoire crochue, le petit bout de tige ligneux qui tenait suspendu ce bel oursin vert...".

Con dificultad logré traducir el comentario manuscrito:

"Los galenos hipocráticos detectaban el humor negro de la melancolía en la bilis del hígado, mis humores negros sólo provienen de la vieja memoria corrompida".

Nos produjo un cierto desasosiego esta segunda anotación, pero seguimos buscando.

Hojeando, hojeando, salió "Regard" por la R. Aquí nuestro desconocido mensajero, más que a Colette, parecía glosar a Cioran: "El único regalo que recibimos al nacer es la vida. Y el único regalo que recibimos de la vida es la muerte".

- Haz un poco de trampa- propuso Mercedes- . Busca directamente por la C, no se me ocurre ninguna mala cosa que empiece por C, a no ser "cáncer", que ya tenía que ser mala suerte si saliera...

Salió "Cosmétiques". Respiramos aliviados. Una fotografía de Colette en su perfumería parisina de la rue de Mironmesnil, en el año 1932, nos hizo sonreir. La escritora aparecía apoyada, casi en postura de una crucifixión, en los anaqueles llenos de potingues de la droguería. La anotación entre líneas, sin embargo, estaba impregnada del mismo tono sombrío que las anteriores:

"¡Pobre Colette! En sus últimos días, rodeada de cojines y gatos, pretendía engañar a la vejez atiborrando el rostro de cosméticos. Engañó a la Vejez, que es perra mansa y complaciente, durante algún tiempo. No así a la Muerte. Poco comprensiva, la despojó de los mullidos almohadones e hizo huir a los gatos con los lomos erizados, antes de limpiarle la cara de cosméticos con una manga de su sayo blanco".

- ¡Qué obsesión! -exclamó Mercedes-. ¿Tú crees que este tipo, un tipo enfermo por todo lo que escribe en torno a una vitalista como Colette..sería un suicida? ¿Crees que acabó suicidándose?

- Por esa glosa que hemos leído antes donde suena el eco y más que el eco de Cioran -respondí-, seguramente sería de la escuela del nihilista rumano: de esos que se pasan la vida invocando al suicidio como única salida moral y que suelen gozar de una longevidad inmerecida....

Y puestos a jugar con fuego, yo mismo busqué la M de "Mort". Colette, coherente, declaraba: "Je ne comprendrai jamais rien à la mort". Bajo esa línea, el psicópata que se había tomado la molestia de trazar sus torturantes elucubraciones en medio de la letra impresa de aquel ejemplar ilegible, escribía:

"Me encontraré con ella en el mismo lugar donde una vez me citó la felicidad y no acudí. Me encontraré con la Muerte en ese lugar, donde manan eternamente las aguas cíclicas de la fuente de Saint Michell".

Solté el libro como si me quemara en las manos. Nos levantamos de la terraza sin acabar nuestras consumiciones. Por un momento tuve el deseo de arrojarlo a las aguas cíclicas de la fuente de Saint Michell. No lo hice. Lo abandoné discretamente junto a la propina, sin atreverme a interrumpir su incierto destino en otras manos. Cruzamos el puente sobre el Sena hacia Notre Dame. Allí fotografiamos a gusto a las gárgolas. En el zoom de la cámara, después de lo leído, todas nos parecieron criaturas entrañables y encantadoras.

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